Al estar los países latinoamericanos iniciando lo que será un largo período de 14 años de celebraciones del bicentenario de la independencia de cada país, la crisis que está viviendo Ecuador no hace sino recordarnos lo poco que hemos cambiado. El militarismo que acompaña a nuestros países desde un inicio sigue vigente; aún no nos ha abandonado.
Incluso este evidente intento de golpe de Estado que enfrenta el presidente Rafael Correa, por más que esté disfrazado de una demanda salarial, no es muy diferente a las decenas de golpes tradicionales que en todos nuestros países se han llevado a cabo. Uno podría decir que es increíble que en pleno siglo XXI todavía puedan ocurrir estos hechos, pero basta ver a nuestro alrededor para darnos cuenta de que el problema no está solo en Ecuador. Por ejemplo, la carrera política de Hugo Chávez se inició con un golpe de Estado y él se ha mantenido en el poder gracias al apoyo de los militares. Si nuestros pueblos eligen voluntariamente a personajes que intentaron destruir la democracia, sin duda estamos jugando con fuego.
Creo que parte importante del problema radica en la sobredimensión que tiene la mayoría de las Fuerzas Armadas latinoamericanas. Estas todavía cuentan innecesariamente con cientos de miles de hombres en armas como si fueran a llevar a cabo grandes batallas como las del siglo XIX. Es como si su objetivo central no hubiera cambiado en 200 años, pese a que en la mayoría de nuestras sociedades hoy en día la inseguridad ciudadana es la mayor amenaza. En realidad, el tamaño de sus instituciones es lo que les da músculo a los militares permitiéndoles mantener un excesivo nivel de influencia en su política interna.
Por otro lado, en Europa, países que también sufrían de militarismo –España, Portugal, Grecia– reformaron a sus Fuerzas Armadas convirtiéndolas en instituciones más pequeñas, totalmente profesionales y muy capacitadas. Hoy en día, uno no se podría siquiera imaginar un golpe de Estado en un país europeo, sin embargo, hubo intentos hasta hace solo 25 años.
Lamentablemente en nuestra región no hay ningún ejemplo exitoso de reforma de las instituciones militares. Es por eso que las pesadillas del pasado nos siguen persiguiendo y anacronismos como golpes de Estado siguen apareciendo. La reforma militar es uno de los grandes temas pendientes en la agenda regional.
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