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lunes, 15 de noviembre de 2010

¿Cual debe ir primero el apellido paterno o materno?

         Leía una columna de unos de mis periódicos favoritos EL PAIS.com, que en España ha causado polemica la nueva ley que determina que los padres deberán especificar los apellidos del bebé al inscribirle en el registro, y que, en caso de desacuerdo u omisión, ya no prevalecerán por defecto los del varón, sino el orden alfabético.



        
          Aquí revisaremos ciertos datos importantes con respecto al registro de los apellidos en algunos países que creo nos darán un panorama más claro por decirlo de algún modo como hemos ido evolucionando con el tiempo y que tanto nos falta:
ü  Francia:
        Solo hay un apellido, así que los progenitores deben elegir entre el del padre, el de la madre o ambos unidos. Existe una vieja costumbre aún arraigada por la cual ella pierde el apellido al casarse.
ü  Italia:
        Los hijos de las mujeres casadas o los que han sido reconocidos por el padre toman el apellido paterno. Si la madre es soltera, le da su nombre. Todo italiano está registrado con un solo apellido, el paterno. Pero desde hace un año, es posible añadir el materno, aunque no en el momento de inscribir el nacimiento, sino tras un trámite que dura cerca de un año. También se puede sustituir si se considera vergonzoso o por motivaciones personales.
ü  Rusia:
       Legalmente impera la igualdad. Solo existe uno, el paterno o el materno. En la época soviética, hubo parejas en las cuales uno de los miembros era judío y descartaron el apellido de este origen por las futuras dificultades que podría causar a su hijo para, por ejemplo, encontrar trabajo. Con la mayoría de edad, se puede cambiar el apellido. Cuando las parejas se casan, se les pregunta qué quieren hacer. La ley permite elegir, pero por tradición es la mujer quien cede en favor de que se inscriba el del marido.
ü  EE UU:
         Amanda Birmingham Bonds nació Amanda Joyce Zane Birmingham. En EE UU es impensable no tener, desde la cuna, lo que se denomina un "nombre del medio", que no es exactamente el nombre compuesto de España y es una referencia para toda la vida. Así, hay que pensar en dos nombres para el bebé.                                                                               
         Ese "nombre del medio" -George W. Bush hijo, George H. Bush padre- suele ser el nombre de pila de un allegado.


          Amanda tuvo dos: Joyce y Zane."Era un nombre muy largo para las cuentas del banco", dice. El problema llegó al casarse. Por tradición, debía adoptar el del marido, Anthony Bonds. "No estaba dispuesta, era una seña de identidad", explica. Pragmática, convirtió su apellido de nacimiento (el paterno Birmingham) en su middle name y prescindió de los originales. Amanda es ahora Birmingham Bonds. El papeleo le llevó unos dos meses. Las mujeres suelen perder su apellido al casarse. La tendencia actual es la practicada por Amanda. Ambas opciones suelen dar problemas cuando la pareja se divorcia. El proceso de recuperación de identidad es larguísimo, y en este caso, además, doloroso. Los estadounidenses no entienden que la mujer mantenga su apellido. Para ellos, en el caso de tener hijos, es una incomodidad y "nada seguro", relata una profesora. "¿Cómo sé yo que a quien le entrego el niño es la madre si el apellido no es el mismo que el del pequeño?".
ü  Portugal:
        Primero, el de la madre y después, el paterno. Pero en la práctica la primacía real la tiene el padre. Eso vale para documentos oficiales, firmas, etcétera.
ü  Japón:
         El apellido precede al nombre (Kan Naoto, y no Naoto Kan, es como se llama al actual primer ministro) y se emplea, salvo en casos de extrema cercanía, para dirigirse a alguien. En Japón solo se utiliza uno y la ley estipula que un niño recibe automáticamente el que figura en el koseki (el registro de familia). Pueden inscribirse con el de la esposa o el del marido. Casi siempre, ella adopta el de él (y por ende, su descendencia). En caso de divorcio, pueden recuperar su apellido de solteros y modificar el de los hijos.
ü  Reino Unido:
       La tradición, y no una ley, siguen dictando la primacía del apellido paterno. Así registra a sus hijos el grueso de las familias y es el que suelen adoptar ellas al casarse. Muchas lo mantienen tras el divorcio. Previo acuerdo de la pareja, los bebés pueden recibir el materno o los de ambos (y en el orden que deseen), pero pocos lo hacen.
ü  Sudáfrica:
         Por costumbre, prima el del padre. Por ley, desde 2001, el recién nacido puede ser inscrito con el paterno, el materno o, de estar de acuerdo los progenitores, con ambos separados por un guión. Las casadas mantienen su apellido y pueden añadir el de su marido. Los nacidos fuera del matrimonio se inscriben bajo el materno o bajo el paterno si él está de acuerdo. La legislación permite que, en caso de que una madre soltera se case, el bebé asuma el apellido de su padrastro o cambiar el de los niños en caso de divorcio o muerte del padre.
ü  Alemania:
        Los matrimonios pueden adoptar el apellido de la esposa o el del marido como "nombre de familia". El que elijan será el que lleven los hijos. También pueden conservar sus respectivos apellidos tras el matrimonio, en cuyo caso deberán determinar cuál de los dos recibirán los hijos que tengan en común.

       Los analistas temen que este modelo, teóricamente objetivo, provoque que dentro de unos años escaseen los apellidos que comiencen por las letras finales del abecedario. No solo eso. También peligran los apellidos comunes. Los González, Rodríguez, López y Pérez. Todos podrían desaparecer -o al menos comenzar a escasear- en aras de otros más llamativos. No por casualidad al presidente del Gobierno español  se le llama Zapatero, en lugar de Rodríguez, su primer apellido. Aunque, quién sabe, si esto es así, dentro de un siglo puede resultar distinguido apellidarse Fernández.
         Al terminar esta columna concluyo que somos una sociedad muy inconforme con las propias reglas que ponemos nosotros, el mundo girara´ igualmente sin nuestras propuestas absurdas y no por esto seremos más iguales simplemente procuremos ser más equivalentes al proponer nuestras reformas.

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