La ley también prohíbe todo producto que se venda como alimento infantil y que contenga exceso de grasas o sal. Además, se contempla que estas cajitas no podrán contener juguetes si es que no están acompañadas de porciones de frutas y verduras. La ley entrara en vigencia en diciembre del 2011. Los restaurantes tienen hasta entonces para mejorar el valor nutritivo de sus comidas si quieren seguir con las promociones de sus juguetes.

La estrategia de acompañar juguetes con la comida rápida usa dos ganchos. La necesidad universal del niño de un juguete, y lo placentero y excitante que resulta para el paladar devorar un trozo de pollo con harta grasa y una gaseosa en extremo dulce.
El cerebro infantil reacciona cuando relaciona los juguetes con la comida rápida. Por un lado, hay un efecto de condicionamiento, que se da cuando dos cosas suelen ocurrir juntas. Y por otro lado, se da un reforzamiento o premio a la elección de este tipo de alimento. Si esta comida se otorga como premio, no habría tanto problema. Lo preocupante es que muchas veces se consume a diario o como reemplazo a una comida sana cuando el niño se niega a comerla.
No podemos asociar una sensación lúdica al comer. Comer es parte de un proceso natural, no una diversión. La decisión final está en los padres, si, pero es también importante no fomentar el consumo de comida chatarra. Debería haber un límite.
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