¿Que buscas en estos Tiempos modernos?

sábado, 9 de octubre de 2010

Lo que busca un escritor

            Es muy difícil hoy en día tener la apariencia  de lo uno es. Pero es a veces imposible ser lo que uno aparenta. En mi caso me siento  profundamente desconsolado y me gustaría defenderme sin mucho ruido o falsa vergüenza.

           Antes  de ser conocido, un escritor  de nuestro tiempo debe resignarse  a un pequeño número de lectores. He aquí un hecho saludable. Pero desde el momento en que su reputación empieza a subir  de tono, apenas  se convierte en el tema  de un artículo  periodístico, entonces  tiende  a ser conocido por un gran número de gente que nunca lo leerán. Y desde entonces  no se dará  a conocer por lo que se sino de acuerdo  a la imagen creada por un apresurado, aunque infalible repórter. La imagen  será falsa o ridícula – o ambas cosas  a la vez-. El hecho  es que para ganarse hoy día un nombre literario no es absolutamente necesario escribir libros. Es suficiente decir  que se ha escrito  uno de los libros comentados por los periódicos y luego echarse a dormir. Pero  el hombre que aspire actualmente  a escribir libros auténticos debe resignarse, ya sea  a permanecer anónimo, o ya sea aceptar  el regalo de un nombre que no es el suyo.
             Podría añadir que si esta condición no es saludable, no es la menos edificante. Los médicos saben que ciertas enfermedades son deseables: aquellas que compensan de algún modo los desordenes funcionales que romperían el equilibrio del organismo. El diluvio  de frases y de juicios ligeros que sumerge hoy en  día toda actividad pública en un mar de frivolidades tiene, sin embargo, algún significado. El escritor francés, en una  nación  donde se le concede excepcional  importancia  a su arte, ha aprendido su lección  en la modestia. El ver nuestro nombre en ciertos periódicos y revistas es una experiencia tan seria que el alma se ve obligada aprovecharse de ella. Así sucedió con Wilde, quien solo después conoció la humildad y su verdadero destino cuando habiendo cambiado la corbata del dandy por las ropas del presidiario, fue obligado a vivir  entre los delincuentes y los parias. Bendita sea la sociedad que, a tan bajo precio, nos enseña diariamente, con sus actos  de tributo, que las grandezas que idolatra  no son nada. Nuestra prensa  se parece en mucho a los fuegos producidos por esos proyectiles de paja que a menudo organizaba  Alejandro VI  a fin de recordar que las glorias de este mundo no son más que humo y cenizas.
            Pero estas consideraciones son demasiado solemnes para el tema. Basta decir que el escritor debe resignarse, y con buen  humor, si es posible, a la torcida imagen  de sí mismo alborotando una sala  de espera  o un salón de belleza. Así, se supone a Sartre presidiendo cada noche unas humeantes bacanales donde las ninfas lucen frondosas cabelleras y los  faunos uñas terroríficas. ¿A qué hora tiene tiempo de llenar largos estantes con sus obras? Este escritor, en rigor, al igual que muchos de sus colegas, duerme  en las noches a fin de poder trabajar varias horas al día siguiente, sentado en su escritorio, y bebe agua mineral para aliviar su hígado; y, a pesar  de esto, el francés común, cuya sobriedad de hijo del Sahara y cuyo maniático aseo son notables, se indigna al pensar  que uno de nuestros más famosos escritores enseña que debe emborracharme y mantenerse sucio. (…..)
            Que son los fuegos de Alejandro sigan ¿Qué importa nuestra apariencia? Lo que somos y lo que vamos a ser: esto es suficiente para llenar nuestras vidas y ocupar nuestras vidas y ocupar nuestras fuerzas. París es una caverna donde los hombres, viendo sus propias sombras moverse en la pared, las toman por reales. Pero lejos de París hemos visto la luz que brilla a nuestras espaldas. Hemos aprendido que, para darnos con ella, debemos romper las ligaduras sean rotas, todo el resto se suelta, se afloja. Cierto es que cada escritor esta en busca de su verdad; si es grande, cada obra suya le acerca  a ella a, al menos, gravita próxima a su centro, a ese sol oculto donde  todas las cosas van a consumirse un día; si es mediocre, cada obra le lajea y el centro está en cualquier sitio y la luz esta difusa.
          Solamente aquellos que aman al escritor pueden ayudarle en su obstinada  lucha; pero  también aquellos que amando  o creando encuentran que su pasión, y pueden juzgar por eso .los otros, aquellos que hablan todos los días, nada tienen que enseñarles.
Albert Camus - julio 1954


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